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NOTICIA INTERESANTE SOBRE LA INMIGRACION

Llegaron siendo menores; hoy no recomiendan venir a España

  • Tres de estos inmigrantes llegaron a España en patera siendo menores de edad
  • Cumplidos los 18 años, ninguno de ellos había obtenido el permiso de residencia
  • Ahora que lo tienen, no consiguen trabajo por culpa de la crisis económica  
 04-03-2009

Los africanos Sadik, Félix, Daniel y Adnan llevan casi seis años en España. Emprendieron su viaje a Canarias cuando aún eran menores de edad, igual que la mayor parte de los ocupantes de la patera que naufragó el pasado día 15 en Lanzarote. Ellos también partieron de Marruecos en busca de un futuro mejor. Y, aunque no corrieron tan mala suerte, lo que encontraron aquí poco tiene que ver con lo que esperaban. "Hace unos días hablé con un amigo que quiere venir a España", cuenta Félix, de 21 años y nacido en Ghana, "le dije que no, que la vida es muy difícil aquí, pero no me creyó". "La gente no nos cree", puntualiza Sadik, también de 21 años y de Ghana. La imagen de España es buena y ni la crisis, ni lo que cuentan por teléfono, hace que sus compatriotas cambien de idea. "Mi amigo decía, ¿entonces por qué sigues ahí?", relata Félix, "con todo lo que he pasado no voy a volver ahora, pero si tuviese que empezar de nuevo, no hubiese venido". Él, como Sadik o Daniel, no volverían a embarcarse en aquella patera.

M.L.

De izquierda a derecha: Adnan, Sadik, Daniel y Felix, en la puerta de la sede de Mensajeros de la Paz.

Después de jugarse la vida en el mar, ninguno ha encontrado en España lo que esperaba. Ni un trabajo con el que ayudar económicamente a su familia, ni un permiso de residencia. A pesar de que la Ley de Extranjería obliga a las Comunidades Autónomas a tramitar los papeles a los menores —de ahí que cada vez lleguen más a las islas—, ellos han sufrido mucho para conseguirlos. De hecho, los cuatro tenían más de 18 años cuando empezaron a ser considerados ’legales’. Ahora sufren las consecuencias de la crisis porque nadie les da un trabajo estable.

Pero sin duda lo más duro para ellos fue cruzar el Estrecho. Todos recuerdan con horror el viaje en patera. "No quiero ni volver a ver el mar", cuenta Daniel, también de 21 años, que perdió a su hermano a bordo de la barcaza en la que llegó a Fuerteventura con sólo 16. "Subir a una patera es ir entre el diablo y el mar", dice este ghanés que tuvo que pagar unos 700 euros por aquel hueco en la barca. Ahora, prefiere no hablar de aquello. "Muchísima gente muere, pero no se dice".

Tampoco Félix volvería a jugarse la vida. "Salí de Ghana y fui a Libia donde estuve trabajando para poder reunir los 900 euros que me costaba la plaza en la patera. Después estuve tres meses en Marruecos esperando a poder cogerla", recuerda. El día que salió su barcaza, salieron otras tres más. Todas llevaban 39 inmigrantes a bordo. "En la mía no hubo ninguna víctima, pero en otra murieron 32 de los 39".

"El problema es que los que llevan las pateras no tienen ni idea de cómo manejarlas", añade Sadik, que tardó un año en hacerse con los 600 euros que le pedían. Estuvo escondido en el Sahara y fue sacándose el dinero como limpiabotas. Todo para que a las seis horas de navegación el motor les dejase tirados en medio del mar. "Por suerte vino un barco de Salvamento Marítimo a por nosotros; nos decían en inglés ’tranquilos, os vamos a ayudar’".

La experiencia del marroquí Adnan fue distinta. "A mí me daba miedo subirme a una patera y pagué por un visado falso para poder llegar en barco", relata. Adnan ve a sus compañeros como héroes y por eso le indigna que "la gente les trata con desprecio. No saben lo que han sufrido hasta llegar aquí".

La decisión de venir a España

Tomar la decisión también fue difícil. Sadik, que también tenía 16 años cuando emprendió su aventura, decidió subirse a una patera porque "la vida en Ghana era muy complicada". Llevaba diez años sin ver a su madre, vivía con su abuela y no tenía trabajo. "Vine porque tenía que luchar para ayudarla, no podía estar allí de brazos cruzados", cuenta. Sin embargo, no se esperaba lo que se iba encontrar aquí.

Como todos los demás, su sueño era tener un trabajo. "Yo no quería estar en un centro de menores, venía a buscarme la vida", recalca Sadik. Aún así, para este joven ghanés, fue peor verse durmiendo en la calle. Ocurrió en dos ocasiones. Primero, cuando fue trasladado a Madrid desde las islas tras pasar 40 días en un centro de acogida (aunque era menor, ninguna Administración Pública se encargó entonces de su estancia en España). Y después, al cumplir los 18, tras ser expulsado de otro centro de menores.

Según el artículo 35.4 de la Ley Orgánica 4/2000 sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, "una vez que haya quedado acreditada la imposibilidad de retorno (de un menor) con su familia o al país de origen, se le otorgará una autorización de residencia". Sin embargo, al cumplir los 18 años todos ellos tuvieron que abandonar los centros de acogida sin papeles.

(EFE)

Llegaron en una barcaza como ésta.

A Félix todavía le cuesta sonreír. Ha sido el último que ha conseguido el permiso de residencia y, como el resto, no lo logró hasta que intervino Mensajeros de la Paz Madrid. Tuvieron la suerte de ir a parar a esta ONG que les ha ayudado a hacer todo el papeleo. "He sufrido muchísimo para conseguir la documentación", recalca, "te llegas a volver loco". Después de que le denegasen dos veces la solicitud de permiso de arraigo, una vía de regularización para inmigrantes cuyos papeles no están en regla, Félix ha conseguido por fin legalizar su situación. A la tercera ha ido la vencida.

La nueva desilusión fue que los papeles tampoco dan un trabajo. Félix vino a España para sacar a su familia adelante. Tiene cuatro hermanos y de sus ingresos depende la vida que ellos lleven en Ghana. "Ahora que me he quedado en el paro, mis hermanos pequeños han tenido que dejar la escuela", se lamenta. Su principal objetivo es que ellos tengan estudios y ahí centra sus esfuerzos.

La imagen de España

Para Adnan su viaje iba a garantizarle una vida mucho más digna de la que llevaba en Marruecos. Es la idea que tenía de España después de ver cómo regresaban sus compatriotas que habían emigrado. "No veas qué diferencia entre lo que eran antes y lo que son cuando regresan. Se les ve con dinero, bien vestidos y yo quería ser igual".

Sadik tenía la imagen de que "en Europa la gente se forraba" y nada que ver con la realidad. Si ya de por sí a los inmigrantes les resulta difícil despegar, más lo está siendo por la crisis. De hecho, los cuatro insisten y repiten al unísono que no aconsejarían a nadie que se viniese.

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